Música para los Dialogantes

Después del maravilloso concierto de ayer, tengo la obligación de compartir con vosotros una de las obras que cantó ayer Philippe Jaroussky. Fue una de las dos propinas. Una era muy conocida: el “Che farò senza Euridice” de Gluck. (ya lo publicaré en otra ocasión). La otra, a la que me quiero referir, es muy poco conocida. Es uno de los ocho movimientos del motete Nisi Dominus (RV 608), de Antonio Vivaldi. Es un movimiento en forma de Siciliana que se llama   “Cum dederit”.    Es una joya¡¡ Escuchando la versión de Jaroussky, me viene a la mente unas palabras de una antigua gran soprano, Magda Olivero, hablando de uno de los grandes tenores de la historia: Tito Schipa. Magda comentaba: “Tito ponía la nota en los labios, y con el aliento la sacaba al exterior y entonaba la melodía”. Definía así la delicadeza del canto de Schipa. (escuchadlo). Pues ayer escuchando a Philippe, experimenté la misma sensación. Brutal. Pongo también la versión completa del motete, cantada por el otro g

Gracias María, por recordarme esta joya de canción y de letra de Facundo Cabral. Merece la pena escuchar toda la letra, la recitada y la cantada. Me gusta los que se callan y me gusta los que cantan, y de tanto andar conmigo me gusta lo que me pasa. Me pasan cosas como ésta, aunque no tenga importancia andar contándole a todos, todas las cosas que pasan. Porque uno no vive solo y lo que a uno le pasa, le está sucediendo al mundo, única razón y causa. Pues todito es tan perfecto porque perfecto es Dios que se mueve alguna estrella cuando arranca una flor, por eso si hay uno, hay dos. Supe del diablo la noche que al hambriento dije "no", también esa noche supe que el diablo es hijo de Dios. Ando solo por la vida con uno tono y dominante modestamente cantor sin pretensión de enseñarte, porque si el mundo es redondo no sé qué es ir adelante. Andar y andar, siempre andando, nada más que por andar, no vine a explicar al mundo sólo vine a tocar. No quiero juzgar al hombre, al hombre

Hay una maravillosa aria de bajo de El barbero de Sevilla, denominada “La calumnia”. La letra es tan actual… El texto no tiene desperdicio, y la música es genial como todo lo de Rossini. Pongo dos versiones de referencia, la de Ruggero Raimondi y la Boris Christoff La calumnia es un vientecillo, una brisita muy gentil, que imperceptible, sutil, ligeramente, suavemente, comienza, comienza a susurrar. Bajo, bajo, a ras de tierra, en voz baja, sibilante, va corriendo, va corriendo, va zumbando, va zumbando; en las orejas de la gente se introduce, se introduce hábilmente y las cabezas y los cerebros, y las cabezas y los cerebros hace aturdir y hace hinchar. Una vez fuera de la boca el alboroto va creciendo, toma fuerza poco a poco vuela ya de un lugar a otro; parece un trueno, una tempestad que en medio del bosque va silbando, atronando, y te hace de horror helar. Al final se desborda y estalla, se propaga, se redobla y produce una explosión, ¡como un disparo de cañón! ¡como un disparo de